jueves, 4 de septiembre de 2014

Crímenes Imperdonables

CRÍMENES IMPERDONABLES

Por Salud Hernández

Niños. Es su última moda, matar y secuestrar niños. Tal vez todos somos unos ignorantes, menos ellos. Tal vez se trate de una teoría aberrante para nosotros, pero muy clara para las guerrillas: atacar a la infancia ayuda al progreso de los pueblos. En eso, como en casi todo, el ELN y las FARC son dos gotas de agua. En Arauca los «elenos» asesinaron a una niña. En Cauca, los «farianos» secuestraron a otra pequeña. Les parece normal.

La tragedia en casa de los Ruíz Higuita no se borrará nunca. En la de María Alejandra Cantoñí, la superarán con el tiempo porque la recuperaron.

No digamos de los miles de integrantes de sus filas, menores de edad, que en lugar de Matemáticas o Español aprenden a cometer atrocidades, y los que han muerto en combates solo porque Timochenko y sus secuaces necesitan carne fresca en los campamentos. No podemos denominar esa práctica «reclutamiento», al igual que si se tratara de adultos.

Lo de ellos es engañar a niños y adolescentes desesperados, menores de edad que se unen a la guerrilla, porque viven en muchos casos en un entorno familiar violento, niños que perdieron las esperanzas.

Las guerrillas acusan al Estado de ser el causante de que esos pequeños se unan a su «lucha». Podrían alegar idéntico argumento las pandillas juveniles y las bacrim. Y tendrían razón, en nada se diferencian. Pescan en las aguas de la pobreza y el maltrato intrafamiliar. Solo que unos delincuentes se creen de mejor familia y disfrazan sus abusos, su barbarie, de acciones con motivaciones políticas.

Me gustaría haber tenido una cámara escondida en la mansión de La Habana, donde la pasan rico Iván Márquez, Pablo Catatumbo, Granda, Santrich y demás criminales, cuando conocieron la muerte de María Isabel Ruíz Higuita, de solo tres añitos.   «¡Qué vaina con esos elenos!», habrá exclamado Santrich en tono jocoso. «Ahora que me estaba tomando este mojito tan sabroso, me van a poner a trabajar para ellos».

«Vea, hermano. Usted tiene una imaginación prodigiosa. Le dije a Gabino que podría inventarles un culebrón tan simpático como el que creó para justificar el secuestro de esa hija de un ‘poli’ en Cauca. Fue espectacular, a mí no se me habría ocurrido su historieta», habrá contestado Márquez. «Recuerde que con los ‘elenos’ ahora somos como hermanos, ya no nos damos bala. Pero fresco, tómese el mojito que hay tiempo para todo. Mínimo, otros dos años de vacaciones para nosotros, y de los ‘elenos’ ni le cuento».

Dirán que invento, pero puedo asegurar que no fue muy distinto. No piensan como nosotros, que consideramos que si  todo crimen es atroz, el que afecta a niños es imperdonable. Máxime si lo hacen en nombre de la «paz con justicia social», su lema más mentiroso.

A muchos de nosotros, tanto nos duele la pérdida de María Isabel como el desgarro de sus papás. Me pongo en el lugar de la mamá e imagino la cantidad de veces que se preguntará por qué fue hasta donde estaba su esposo, por qué no murió ella, por qué no le dio la bomba al papá. Los mismos cuestionamientos del patrullero Ronald.

Hay gente en Bogotá, muy analítica y encopetada, que justifica la guerra por la falta de oportunidades, como si medio siglo de terrorismo contribuyera al desarrollo. Más rabia aún da cuando un analista explica que el ELN se tiene que hacer notar para que le den su espacio en una mesa de negociación. Es decir, María Isabel y el más reciente hecho del Cauca, donde matan con el cilindro bomba que lanzaron a Yurani Yaqui, de dos años, son un relleno, una llamada de atención Yo lo llamo chantaje: o se sientan con nosotros con nuestras reglas, o matamos más niñas, como acaba de suceder en el Cauca

Y hay otros que gritan: «Es que nosotros no queremos que mueran más niñas, por eso es que hay que negociar». Este tipo de personas, los que insisten en recordar los crímenes como los de María Isabel, solo lo hacen porque quieren que siga la guerra. Como si nosotros fuésemos los asesinos y los guerrilleros los pacifistas.
Yo sé que a la comunidad internacional la hija del patrullero le importa un pepino. La beba de un policía es una ciudadana de quinta. Pero las FARC y el ELN no son conscientes de que hay un crimen que practican a diario, y que será su talón de Aquiles en el futuro, porque la comunidad internacional lo persigue con ahínco y no prescribe: el reclutamiento de menores.

La Corte Penal Internacional, que es un organismo tan ineficaz y lento como nuestro sistema judicial, solo ha emitido dos condenas, una de ellas por reclutar niños. Ese delito, que practican a diario, le borrará la sonrisa cínica a Santrich, Márquez, Pablito, Grannobles y demás bandidos.

Son miles de niños. A nosotros nos importan ellos tanto como María Isabel. Si el Gobierno no pensara solo en ganarse el Premio Nobel de Paz al precio que sea, pondría una exigencia mínima antes de seguir en Cuba: a los niños los dejan en paz, o nos levantamos de la mesa.      

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