CRÍMENES IMPERDONABLES
Por Salud Hernández
Niños. Es su última moda, matar
y secuestrar niños. Tal vez todos somos unos ignorantes, menos ellos. Tal vez
se trate de una teoría aberrante para nosotros, pero muy clara para las
guerrillas: atacar a la infancia ayuda al progreso de los pueblos. En eso, como
en casi todo, el ELN y las FARC son dos gotas de agua. En Arauca los «elenos»
asesinaron a una niña. En Cauca, los «farianos» secuestraron a otra pequeña.
Les parece normal.
La tragedia en casa de los Ruíz
Higuita no se borrará nunca. En la de María Alejandra Cantoñí, la superarán con
el tiempo porque la recuperaron.
No digamos de los miles de
integrantes de sus filas, menores de edad, que en lugar de Matemáticas o
Español aprenden a cometer atrocidades, y los que han muerto en combates solo
porque Timochenko y sus secuaces necesitan carne fresca en los campamentos. No
podemos denominar esa práctica «reclutamiento», al igual que si se tratara de
adultos.
Lo de ellos es engañar a niños y
adolescentes desesperados, menores de edad que se unen a la guerrilla, porque
viven en muchos casos en un entorno familiar violento, niños que perdieron las
esperanzas.
Las guerrillas acusan al Estado
de ser el causante de que esos pequeños se unan a su «lucha». Podrían alegar
idéntico argumento las pandillas juveniles y las bacrim. Y tendrían razón, en
nada se diferencian. Pescan en las aguas de la pobreza y el maltrato
intrafamiliar. Solo que unos delincuentes se creen de mejor familia y disfrazan
sus abusos, su barbarie, de acciones con motivaciones políticas.
Me gustaría haber tenido una
cámara escondida en la mansión de La Habana, donde la pasan rico Iván Márquez,
Pablo Catatumbo, Granda, Santrich y demás criminales, cuando conocieron la
muerte de María Isabel Ruíz Higuita, de solo tres añitos. «¡Qué
vaina con esos elenos!», habrá exclamado Santrich en tono jocoso. «Ahora que me
estaba tomando este mojito tan sabroso, me van a poner a trabajar para ellos».
«Vea, hermano. Usted tiene una
imaginación prodigiosa. Le dije a Gabino que podría inventarles un culebrón tan
simpático como el que creó para justificar el secuestro de esa hija de un
‘poli’ en Cauca. Fue espectacular, a mí no se me habría ocurrido su
historieta», habrá contestado Márquez. «Recuerde que con los ‘elenos’ ahora
somos como hermanos, ya no nos damos bala. Pero fresco, tómese el mojito que
hay tiempo para todo. Mínimo, otros dos años de vacaciones para nosotros, y de
los ‘elenos’ ni le cuento».
Dirán que invento, pero puedo
asegurar que no fue muy distinto. No piensan como nosotros, que consideramos
que si todo crimen es atroz, el que afecta a niños es imperdonable.
Máxime si lo hacen en nombre de la «paz con justicia social», su lema más
mentiroso.
A muchos de nosotros, tanto nos
duele la pérdida de María Isabel como el desgarro de sus papás. Me pongo en el
lugar de la mamá e imagino la cantidad de veces que se preguntará por qué fue
hasta donde estaba su esposo, por qué no murió ella, por qué no le dio la bomba
al papá. Los mismos cuestionamientos del patrullero Ronald.
Hay gente en Bogotá, muy
analítica y encopetada, que justifica la guerra por la falta de oportunidades,
como si medio siglo de terrorismo contribuyera al desarrollo. Más rabia aún da
cuando un analista explica que el ELN se tiene que hacer notar para que le den
su espacio en una mesa de negociación. Es decir, María Isabel y el más reciente
hecho del Cauca, donde matan con el cilindro bomba que lanzaron a Yurani Yaqui, de dos años, son un relleno, una llamada de
atención Yo lo llamo chantaje: o se sientan con nosotros con nuestras reglas, o
matamos más niñas, como acaba de suceder en el Cauca
Y hay otros que gritan: «Es que
nosotros no queremos que mueran más niñas, por eso es que hay que negociar».
Este tipo de personas, los que insisten en recordar los crímenes como los de
María Isabel, solo lo hacen porque quieren que siga la guerra. Como si nosotros
fuésemos los asesinos y los guerrilleros los pacifistas.
Yo sé que a la comunidad
internacional la hija del patrullero le importa un pepino. La beba de un
policía es una ciudadana de quinta. Pero las FARC y el ELN no son conscientes
de que hay un crimen que practican a diario, y que será su talón de Aquiles en
el futuro, porque la comunidad internacional lo persigue con ahínco y no
prescribe: el reclutamiento de menores.
La Corte Penal Internacional,
que es un organismo tan ineficaz y lento como nuestro sistema judicial, solo ha
emitido dos condenas, una de ellas por reclutar niños. Ese delito, que
practican a diario, le borrará la sonrisa cínica a Santrich, Márquez, Pablito,
Grannobles y demás bandidos.
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