Por José Domingo Pitta
En junio de 1980 le preguntamos a la
«temida» profesora de educación física Amalia Pradilla, entonces docente del
Colegio Nuestra Señora del Pilar, potencia en el deporte intercolegiado de la
ciudad de Bucaramanga, el porqué de la ausencia de las barras en las graderías
de los escenarios cuando las estudiantes de dicho plantel
saltaban a la cancha a salvar su honor y a defender su prestigio como las
mejores en todas las disciplinas.
Vaya respuesta de la profe Amalia: «Mijo,
ahora los niños están dedicados a la televisión, y prefieren quedarse en casa
que salir a acompañar a los equipos de su colegio».
¿Entienden, amables lectores, la respuesta?
La televisión, hace 34 años, los tenía atados en sus hogares, no salían como en
las décadas de los 60 y de los 70 a animar esas gruesas barras que hacían de
los juegos intercolegiados unas competencias que generaban una sana rivalidad
estudiantil y que hicieron de ese evento todo un acontecimiento olímpico en
cada ciudad del país.
Ríanse ahora. Si antes los ataba la
televisión, qué decir hoy en día. Solamente están en los escenarios los
jugadores. ¡Qué cuento de barras!
Los Atary, Play Station, Poli Station,
Nintendo y otros, que vinieron a aparecer en la década de los 90, redujeron el
interés de los estudiantes de las barras por ir a animar a sus compañeros de
colegio.
Pero peor aún: la Internet, los Iphone, los
Ipad, los Mp3, los Ipod y, en fin, todos esos jugueticos tecnológicos ahí sí
que acabaron no solamente con las barras, sino con los propios estudiantes de
buen perfil para las duras competencias.
Esa «rivalidad» entre colegios les vale un
pito a los jóvenes, quienes no quieren saber nada de actividad deportiva,
porque sus «ocupaciones tecnológicas» les impide estar pensando en canchas y en
balones. Es tan pobre el interés de los estudiantes en estos momentos del
naciente siglo XXI que, prácticamente, Coldeportes Arauca se está viendo
obligado a realizar competencias en disciplinas como el baloncesto y el
balonvolea (voleibol), porque el número de equipos es precario.
«Yo no sé cómo hacer para mantener los
equipos, porque tengo que rogarles a las niñas para que vengan a entrenar; a
duras penas logro conformar el equipo con ocho o nueve estudiantes», nos
comentó una vez Guillermo Jaimes, docente de educación física de la Normal
María Inmaculada.
A lo anterior les sumamos la decisión del
95 % de los docentes de educación física, quienes, con razón o sin ella,
afirman que ellos no son entrenadores y que cumplen con lo que les corresponde
en el pensum académico.
Eso es cierto, pero, ¿la pertenencia, el
amor por su colegio y por su Municipio? ¿Será que esos sentimientos tienen un
costo adicional al momento de defender el honor deportivo de un colegio?
Si es así, resignémonos a aceptar que si no
le echamos la moneda a la rocola con toda seguridad que la música no sonará.
¡Ay, Llano, cuando el Llano era llano!
Todo eso viene a colación porque
recientemente en Tame, durante las finales departamentales de los ‘Supérate
Intercolegiados 2014’, nuestros colegios araucanos no vieron una, y fueron arrollados por sarareños y piedemontanos. Así
es, los jóvenes de Saravena, Tame y Arauquita nos volvieron «trizas» en
deportes, área donde antes fuimos «amos y señores» imponiendo respeto como los
dueños de las medallas doradas, preseas que en la primera semana de septiembre
tuvimos que ver, pasando saliva, cómo
las lucían los discentes campeones de esos tres municipios.
«Qué importa que ellos hayan ganado, lo
importante es que así podemos tranquilamente invertirle el tiempo suficiente a
los jugueticos bien sea en casa o en las salas de Internet, donde hay infinidad
de juegos que alimentan nuestra afición por el deporte», diría algún estudiante
con audífonos, concentrado frente a la pantalla del computador.
¿Acaso en un salón de Internet, dotado de
todos los juguetes, no se puede jugar un partidazo de fútbol haciendo parte de
los mejores clubes del mundo, correr un Gran Premio de Fórmula Uno, un Indy
Car, probar con el tiro al blanco e infinitas posibilidades más sin tener que
salir a que le partan la vida en una cancha de baloncesto, micro o fútbol?
¿Qué le importa a un rector que esté o no
conformado el equipo de unidad? Lo importante es que haya esa paz y esa
tranquilidad en su unidad educativa, y que nadie «venga a joder por aquí».
Al padre de familia le interesa que el
menor salga con buenas notas, saque su bachillerato y pase a la universidad. El
deporte es lo de menos, mientras los profes de educación física vivan bien, los
rectores disfruten la felicidad y los padres de familia vean a los «chamos»
triunfar; sí, triunfar, pero con el cartón de bachiller en la mano.
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