Por
Lizneira Roncancio Arias
sanamana3@gmail.com
El
22 de abril de 2006, los colombianos se fueron encima del jurista y ex
candidato presidencial Carlos Gaviria Díaz, cuando dijo: «En un Estado de
derecho a nadie se le puede privar de su libertad porque se fume un pucho de
marihuana». Desde entonces, el debate sobre la legalización de la marihuana se
puso sobre la mesa.
El jueves 21 de agosto, el presidente, Juan
Manuel Santos, dijo: «La yerba es capaz de reducir el dolor de los pacientes
terminales», con lo cual ambientaba la
posibilidad de su legalización en Colombia, y su guiño a favor del proyecto de
Ley 27/2014 (Ley Galán, o proyecto cannabis),
presentado por el senador Juan Manuel Galán. Posiciones que tienen espantados a
muchos, en especial a la Iglesia católica y a su máximo escudero, el
procurador. Desde que se abrió la discusión sobre la legalización de la marihuana,
diversas y variadas han sido las expresiones que la han acompañado; pero muchas
de ellas en contra tienen más de moralismo que de tecnicismo.
Son
muchas las razones que se esgrimen para estar de acuerdo con su legalización.
Entre ellas, que no hay estadísticas de víctimas por el uso exclusivo de la
marihuana; segundo: los traficantes que se han usufructuado de ella han dejado
una estela de violencia fatídica para el país; otra, que muchos de los
sobrevivientes de aquella pacífica generación llamada hipismo, surgida en los años 60, para protestar por la guerra de
Vietnam, contexto nefasto que la puso en escena como un antídoto para ignorar
episodios aberrantes de una guerra ─como todas─ agresiva y deshumanizante,
siguen haciendo uso de ella sin que sus capacidades físicas o intelectuales se
hayan mermado.
Hace
pocos meses el portal marihuana.com publicó un curioso artículo con el título «Seis genios que defienden los
beneficios de fumar marihuana», y entre ellos menciona a Carl Sagan, doctor en
astrofísica y astronomía, quien da crédito a la marihuana «porque muchos de los
despertares que me llevaron a un conocimiento cada vez más profundo del
universo se los debo a la marihuana». De Bill Gates dicen que su genialidad
tuvo algún tipo de ayuda de la marihuana; y Steve Jobs declaró que la usaba,
porque lo hacía sentir creativo.
El
tema no deja de ser espinoso, principalmente, si se lo mira desde la ética, como lo han hecho quienes
critican la medida adoptada por el sui
generis presidente de Uruguay, José Mojica; y quienes descalificaron al
presidente Obama, luego de que dijera lo confirmado en una reciente encuesta
realizada en su país: «La marihuana no es más peligrosa que el alcohol». Esa
declaración, la criticó una ejecutiva de
la DEA, que, al parecer, fue despedida de su puesto de trabajo. Ello, sin
desconocer los países del mundo que han superado el debate y la han legalizado
(en Holanda existen los coffe shop o
dispensadores de marihuana), y ya hace parte de una cultura y unos indicadores
delictivos mucho menos adversos que los registrados en Colombia. Comparación no
tan literal, porque esos son países con una cultura consolidada, en lo que a
Colombia le falta mucho por recorrer.
Al
parecer, ahí debemos centrar parte del debate. Muchos lo que temen es eso: que
nuestro país aún está en un estado de inmadurez cultural para afrontar con
responsabilidad un paso tan delicado para las nuevas generaciones, en especial
aquellas marginales, caldo de cultivo para su abuso o uso indebido. Los
argumentos de los defensores son válidos, sin que los de los contradictores no
se deban tener en cuenta pues, si están liberados de protagonismos y egos
políticos, enriquecen la discusión.
Otro
aspecto que pesa es lo expresado en el pasado foro ¿Qué tanto hemos avanzado en la política de drogas?, organizado por
la Revista Semana, la Corporación
Escuela Galán y Pacific Rubiales. Es que en la lucha antidrogas no se ha
avanzado, las inversiones han sido voluminosas, pero pocos los resultados; los
narcotraficantes siguen lucrándose, sin importar la sangre que se derrame; así
lo ratifican las estadísticas de violencia derivada del narcotráfico en México, país que ya ha
planteado evaluar su legalización, asunto que también tratarán la ONU y la OEA
en septiembre mediante asambleas extraordinarias a las que han convocado con
ese punto específico en el orden del día.
Europa
ha asumido de manera seria y científica el asunto. Recientemente, la Comisión
Europea realizó una encuesta en 28 países, cuyos resultados arrojaron que en
España el 47 % de los jóvenes está a favor de su legalización, con la
justificación de que la marihuana no es una droga, como la cocaína o el
éxtasis. Y aunque el acceso a la marihuana en Europa no ha crecido en los
últimos años, lo que sí ha crecido es el debate. Hay que tener en cuenta que la
marihuana es una planta descubierta hace
6 000 años y usada por entonces
con fines medicinales.
La
iniciativa, de manera legal en Colombia, partió de una propuesta del Partido
Liberal y promete discusiones interesantes, especialmente, a partir del
beneplácito manifestado por el presidente, Juan Manuel Santos. El proyecto fue
radicado en el Congreso el pasado mes de julio. Se espera que sea incluido en
agenda para debate, pues por ahora para el Gobierno la prioridad es la reforma
política. El Partido Liberal ambienta el tema con la realización de foros en
los que se exponen las bondades del proyecto. Según fuentes extraoficiales del
Congreso, el trabajo más complejo será convencer a los portavoces de los
sectores más conservadores, entre los que se cuenta el Centro Democrático.
En Suramérica varios países han demostrado disposición de abrir el debate sobre su legalización: en Brasil ha habido manifestaciones para pedir que se incluya en la agenda pública (según estadísticas es uno de los países latinoamericanos de mayor consumo); Argentina ha expresado su voluntad de hacerlo; Uruguay es el que más ha avanzado. De manera que Colombia, que ha sufrido enormemente los avatares del narcotráfico, tiene muchas razones para que el debate se convierta en asunto serio y de grandes repercusiones para la escena política y social, precisamente, en un momento de decisiones trascendentales para nuestro país.
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