miércoles, 17 de septiembre de 2014

LEGALIZACIÓN DE LA MARIHUANA... UN DEBATE QUE LLEVA AL ESTADO DE UN CACHO

Por Lizneira Roncancio Arias
sanamana3@gmail.com

El 22 de abril de 2006, los colombianos se fueron encima del jurista y ex candidato presidencial Carlos Gaviria Díaz, cuando dijo: «En un Estado de derecho a nadie se le puede privar de su libertad porque se fume un pucho de marihuana». Desde entonces, el debate sobre la legalización de la marihuana se puso sobre la mesa.

El  jueves 21 de agosto, el presidente, Juan Manuel Santos, dijo: «La yerba es capaz de reducir el dolor de los pacientes terminales»,  con lo cual ambientaba la posibilidad de su legalización en Colombia, y su guiño a favor del proyecto de Ley 27/2014 (Ley Galán, o proyecto cannabis), presentado por el senador Juan Manuel Galán. Posiciones que tienen espantados a muchos, en especial a la Iglesia católica y a su máximo escudero, el procurador. Desde que se abrió la discusión sobre la legalización de la marihuana, diversas y variadas han sido las expresiones que la han acompañado; pero muchas de ellas en contra tienen más de moralismo que de tecnicismo.

Son muchas las razones que se esgrimen para estar de acuerdo con su legalización. Entre ellas, que no hay estadísticas de víctimas por el uso exclusivo de la marihuana; segundo: los traficantes que se han usufructuado de ella han dejado una estela de violencia fatídica para el país; otra, que muchos de los sobrevivientes de aquella pacífica generación llamada hipismo, surgida en los años 60, para protestar por la guerra de Vietnam, contexto nefasto que la puso en escena como un antídoto para ignorar episodios aberrantes de una guerra ─como todas─ agresiva y deshumanizante, siguen haciendo uso de ella sin que sus capacidades físicas o intelectuales se hayan mermado.

Hace pocos meses el portal marihuana.com publicó un curioso artículo con  el título «Seis genios que defienden los beneficios de fumar marihuana», y entre ellos menciona a Carl Sagan, doctor en astrofísica y astronomía, quien da crédito a la marihuana «porque muchos de los despertares que me llevaron a un conocimiento cada vez más profundo del universo se los debo a la marihuana». De Bill Gates dicen que su genialidad tuvo algún tipo de ayuda de la marihuana; y Steve Jobs declaró que la usaba, porque lo hacía sentir creativo.

El tema no deja de ser espinoso, principalmente, si se lo mira  desde la ética, como lo han hecho quienes critican la medida adoptada por el sui generis presidente de Uruguay, José Mojica; y quienes descalificaron al presidente Obama, luego de que dijera lo confirmado en una reciente encuesta realizada en su país: «La marihuana no es más peligrosa que el alcohol». Esa declaración, la  criticó una ejecutiva de la DEA, que, al parecer, fue despedida de su puesto de trabajo. Ello, sin desconocer los países del mundo que han superado el debate y la han legalizado (en Holanda existen los coffe shop o dispensadores de marihuana), y ya hace parte de una cultura y unos indicadores delictivos mucho menos adversos que los registrados en Colombia. Comparación no tan literal, porque esos son países con una cultura consolidada, en lo que a Colombia le falta mucho por recorrer.

Al parecer, ahí debemos centrar parte del debate. Muchos lo que temen es eso: que nuestro país aún está en un estado de inmadurez cultural para afrontar con responsabilidad un paso tan delicado para las nuevas generaciones, en especial aquellas marginales, caldo de cultivo para su abuso o uso indebido. Los argumentos de los defensores son válidos, sin que los de los contradictores no se deban tener en cuenta pues, si están liberados de protagonismos y egos políticos, enriquecen la discusión.

Otro aspecto que pesa es lo expresado en el pasado foro ¿Qué tanto hemos avanzado en la política de drogas?, organizado por la Revista Semana, la Corporación Escuela Galán y Pacific Rubiales. Es que en la lucha antidrogas no se ha avanzado, las inversiones han sido voluminosas, pero pocos los resultados; los narcotraficantes siguen lucrándose, sin importar la sangre que se derrame; así lo ratifican las estadísticas de violencia derivada  del narcotráfico en México, país que ya ha planteado evaluar su legalización, asunto que también tratarán la ONU y la OEA en septiembre mediante asambleas extraordinarias a las que han convocado con ese punto específico en el orden del día.  

Europa ha asumido de manera seria y científica el asunto. Recientemente, la Comisión Europea realizó una encuesta en 28 países, cuyos resultados arrojaron que en España el 47 % de los jóvenes está a favor de su legalización, con la justificación de que la marihuana no es una droga, como la cocaína o el éxtasis. Y aunque el acceso a la marihuana en Europa no ha crecido en los últimos años, lo que sí ha crecido es el debate. Hay que tener en cuenta que la marihuana es una planta descubierta hace  6 000 años  y usada por entonces con fines medicinales.

La iniciativa, de manera legal en Colombia, partió de una propuesta del Partido Liberal y promete discusiones interesantes, especialmente, a partir del beneplácito manifestado por el presidente, Juan Manuel Santos. El proyecto fue radicado en el Congreso el pasado mes de julio. Se espera que sea incluido en agenda para debate, pues por ahora para el Gobierno la prioridad es la reforma política. El Partido Liberal ambienta el tema con la realización de foros en los que se exponen las bondades del proyecto. Según fuentes extraoficiales del Congreso, el trabajo más complejo será convencer a los portavoces de los sectores más conservadores, entre los que se cuenta el Centro Democrático.

En Suramérica varios países han demostrado disposición de abrir el debate sobre su legalización: en Brasil ha habido manifestaciones para pedir que se incluya en la agenda pública (según estadísticas es uno de los países latinoamericanos de mayor consumo); Argentina ha expresado su voluntad de hacerlo; Uruguay es el que más ha avanzado. De manera que Colombia, que  ha sufrido enormemente los avatares del narcotráfico, tiene muchas razones para que el debate se convierta en asunto serio y de grandes repercusiones para la escena política y social, precisamente, en un momento de decisiones trascendentales para nuestro país.

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