Por Orlando Hernández
La posición geoestratégica del departamento de Arauca,
sumada a sus grandes riquezas, derivadas de la presencia de grandes yacimientos
petroleros en explotación por más de tres décadas y la existencia de zonas aún
sin explorar, han convertido a Arauca en escenario de conflicto por más de
treinta años; si a eso le agregamos que tanto las Administraciones municipales
como departamentales no han estado a la altura ni han sabido interpretar los
intereses de las mayorías para dar solución a las necesidades básicas, con los
ingentes recursos generados por las regalías petroleras, sin dejar atrás a los
Gobiernos nacionales, encontramos que el abandono a que han sido sometidos sus
habitantes y la rapiña de sus recursos por parte de los Gobiernos de turno, han
dejado el plato servido como caldo de cultivo para que grupos armados ilegales
traten de ganarse la simpatía de las diferentes poblaciones al llegar con diferentes alternativas y propuestas en
cuanto a solución de necesidades básicas insatisfechas; «reformas agrarias»
hechas a la medida de sus intereses; y,
además, han resuelto a su manera problemas de tenencia de la tierra y
redistribución de los ingresos, convirtiéndolos en dependientes del negocio del
narcotráfico en las primeras etapas de su cadena logística como cultivadores y
proveedores de la hoja de coca. Al hacerlo de esa manera, los grupos ilegales
también logran que muchos campesinos dependan, económicamente, del negocio.
Y, respaldados por su poder armamentístico
y su capacidad de daño, y de materializar las amenazas que con frecuencia
profieren, tienen además el poder de parar en un momento dado la capacidad
productiva del departamento al organizar
«paros armados», atentados contra la infraestructura petrolera, contra
la red vial, los medios de transporte o las torres de conducción eléctrica.
Corrían los años 80 del siglo pasado cuando en el país se
comenzó a saber de la fuerte presencia de las guerrillas del ELN en Arauca, a
raíz de la construcción del oleoducto Caño Limón Coveñas, la compañía encargada
de su construcción se constituyó en la tabla de salvación para ese grupo, que
estaba casi diezmado y el cual se reconfortó económicamente con los dineros
provenientes de las extorsiones tramitadas a través del tristemente célebre
ciudadano alemán Werner Mauss; fue a partir de ese hito histórico que el ELN
tomó su segundo aire, y encontró en las rentas petroleras el mejor aliciente
para mantener «saludablemente» sus finanzas con base en las amenazas extorsivas proferidas, tanto
a las empresas petroleras como a sus contratistas y a los Gobiernos locales de
los municipios que reciben regalías.
Con el correr de los años, otro de los grupos que
participan del conflicto, las FARC, también se percató de la importancia estratégica, tanto de los
recursos petroleros como de su valor fundamental para fortalecer sus finanzas,
amén del sustento político que representa la bandera de la defensa de ese
sector importante para la economía nacional frente al «saqueo imperialista».
Durante años ocurrió una disputa territorial entre las FARC y el ELN, la cual
convirtió a Arauca en el escenario de otra guerra, aquella que se libró durante
un largo período entre los frentes 10 y 28 del primer grupo y el «Domingo
Laín», del segundo. Con el paso de los años, después de cruentos combates y de
varias treguas, se llegó al «armisticio». Hoy por hoy cada quien trabaja la
porción de territorio que le corresponde, se respaldan en acciones terroristas
y actúan conjuntamente en la búsqueda de sus objetivos estratégicos; logran de
esa manera mayor fortaleza y capacidades ampliadas al aunar esfuerzos y actuar
de manera coordinada.
Aumentaron en número los atentados contra la
infraestructura vial, petrolera, energética y de transportes y, además, causan mayor impacto ambiental; esta vez ocasionados
indistintamente por los diferentes grupos guerrilleros que hacen presencia en
el departamento de Arauca, no solo con el ánimo de generar terror, sino también
para intimidar a las empresas que desarrollan sus actividades productivas en el
departamento, a fin de minar su voluntad para que cedan al pago de sumas
extorsivas, y para presionar al Gobierno
en la mesa de conversaciones mostrando que aún cuentan con capacidad de daño.
En la medida en que los grupos armados logren retardar y
minimizar la extracción de los recursos no renovables, como el petróleo,
consideran que esos recursos que hoy se dejen de extraer les corresponderá como
renta directa una vez obtengan el logro de su principal objetivo, como es la toma del poder, esta vez mediante la
votación popular, pero sin abandonar «la combinación del uso de todas las
formas de lucha». Es por ello que el departamento de Arauca es y seguirá siendo
un bastión importante para las guerrillas, tanto si se llega a un acuerdo con
el Gobierno que conduzca a la firma de un tratado de paz, como si por algún
motivo los diálogos se rompen, situación
en la cual todo el avance logrado durante la fase de diálogos, les
permitirá a las FARC contar con varios territorios consolidados sobre los
cuales podrían obtener reconocimiento como estado por parte de las Naciones
«amigas», quienes, frente a la posible eventualidad de un rompimiento de
diálogos, no tendrían rechazo de la comunidad de Naciones debido a que estarían
dando cumplimiento al Derecho Internacional al reconocer como contraparte y
como estado legalmente constituido a aquella «Nueva Colombia», que hoy es
reconocida por el Estado colombiano como «alta parte contratante», cuenta con
estatus de beligerancia y tiene control territorial en varias zonas del país,
es decir, cuenta con territorio, población y un mando unificado, requisitos que
cumple a cabalidad de acuerdo con el Derecho Internacional para ser reconocidos
como Estado.
El interés no solamente es sobre el departamento de
Arauca. Las regiones que cuentan con recursos petroleros y con grandes
yacimientos están también en la mira; es por ello que vemos cómo aquellas zonas
donde antes no se conocía de la presencia de grupos ilegales, hoy cuentan con
la influencia de reductos de las FARC y del ELN, que no solo hacen presencia,
sino que también acuden a las tradicionales tácticas terroristas en las zonas
con intereses petroleros en los departamentos de Meta, Casanare y Boyacá.
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