miércoles, 17 de septiembre de 2014

LA DIFÍCIL REALIDAD DE CIENTOS DE CONDUCTORES... EL DUEÑO DE MI MOTO ESTÁ MUERTO

Por FREDDY SERRANO DÍAZ
Director general del Instituto de Tránsito y Transporte del departamento de Arauca


Martín es uno más de los dedicados trabajadores araucanos, que gracias a sus ingresos pudo adquirir una motocicleta usada, cuyo traspaso nunca se finiquitó. Desde hace dos años conduce por las calles de su pueblo, con el riesgo de que las autoridades le inmovilicen un automotor que no está a su nombre, pues familiares de quien aparece en la licencia de tránsito, una persona fallecida, esperan que una sucesión defina el nombre del propietario del vehículo.

Así las cosas, Martín ─como muchos de los desprevenidos usuarios de la movilidad─ tiene en su poder un vehículo que no es suyo. Lo mismo le ocurre a Narda, otra compradora de motocicleta, que decidió acudir a una de las comunes compraventas, donde le entregaron un vehículo  extranjero, a muy bajo precio, cuyos documentos advierten una propiedad de una persona que ella ni siquiera conoce.

Casos como esos son frecuentemente el dolor de cabeza de cientos de ciudadanos en nuestros pueblos, donde por costumbre se negocian carros y motos obviando la obligación legal de hacer las diligencias necesarias para evitar un inconveniente que afecta, tanto a compradores como a vendedores, pues al haber un cambio en los datos del dueño en la licencia de tránsito, conocida como tarjeta de propiedad, se evitan responsabilidades asociadas a situaciones posteriores a la adquisición.

Y qué decir de Claudia, una más de las incautas personas involucradas en el juego de los irresponsables. Ella prestó sus datos para que compraran una motocicleta a su nombre, pues un supuesto amigo, con multas por comparendos vigentes, no podía adquirir dicho vehículo; y ahora debe responder por deudas de crédito, impuestos y procesos jurídicos, entre otros, obligaciones de una joven estudiante que apenas empieza a vivir.

¿Quién responde?

Está claro que la respuesta a la pregunta ¿quién responde?, no debe estar ligada a ningún tipo de excusa, máxime cuando, de alguna manera, todos tenemos responsabilidad a la hora de suscribir un compromiso con la movilidad, pues indistintamente de la condición de cualquier ser humano, de alguna manera todos podemos evitar un dolor de cabeza en el  futuro, e, incluso, evitar un accidente.

A casos como el de Martín, Narda y Claudia se suman otro tipo de situaciones, como la de doña Teresa, una esmerada ama de casa a la que su «niñito», de 17 años, literalmente le «robó» hace semanas la motocicleta para irse de farra con sus amigos. El irresponsable, en medio de la rumba, con tragos en su cabeza y sin estar habilitado con una licencia de conducción atropelló a un menor, que aún hoy está gravemente lesionado en un Hospital de Cúcuta. Mientras  la enternecedora señora busca dinero para subsanar los daños, el «angelito» permanece dormido gran parte del día, en un chinchorro, en el patio de su casa.

El principio del derecho que dice «dura es la ley, pero es la ley», nos lleva a revisar que la bondad de la mamá del menor de edad no la exime de la responsabilidad solidaria que tiene sobre los actos de aquel, así como no son ajenos compradores o vendedores de vehículos sin traspaso para acudir a los demás casos señalados. Con esos casos queda demostrado que por fácil o barato que parezca un negocio, lo mejor es concluirlo correctamente.

Situaciones como las descritas en estas líneas son una mínima parte del «pan de cada día» en las oficinas del Tránsito, un organismo incomprendido, al que acceden ciudadanos en busca de una solución que no está en nuestras manos, y a quienes podemos ayudar solo con una asesoría que conduzca a darle legalidad y formalidad a los procedimientos.

Por duro que parezca, de ese modo hacemos llegar una recomendación a los colombianos, pues como se lo hemos ratificado, Martín debe legalizar el traspaso, o entregar la motocicleta al que en la sucesión disponga el juez; Narda, además de tener sus documentos extranjeros al día, debe cumplir la norma del país donde se esté movilizando el automotor; Claudia debe pagar sus obligaciones y recuperar lo que es de su propiedad; y doña Teresa, facilitar la labor de las autoridades en torno a las investigaciones restringiendo que su irresponsable hijo siga haciendo de las  suyas.

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