miércoles, 17 de septiembre de 2014

CRISIS DEL PERIODISMO VENEZOLANO

La persecución sistemática y la asfixia económica destruyen los medios paulatinamente, y los lleva de la censura a la autocensura

Programas radiales y televisados pasaron a dar prioridad a la miscelánea antes que a la noticia. Los periódicos redujeron sus páginas, y varios han dejado de circular por falta de papel.

Por Miguel Cardoza - @MiguelCardoza


En el pasado, cuando ocurrían agresiones o se arremetía de diversas formas contra la prensa, rápidamente muchos circunscribían los casos a escenarios internacionales, incluso lo asumían con monotonía en zonas donde operan grandes cárteles del narcotráfico o donde hay conflictos bélicos. Pero, lamentablemente, esos casos están cada día más cerca, pues para el poder político o donde opera el crimen organizado, uno de los primeros objetivos para controlar son los medios de comunicación.

En las zonas fronterizas existe temor por el accionar de los grupos armados, es vox populi. Más allá de que un periodista sienta miedo al investigar tampoco encontrará quién hable, particularmente en la zona de frontera con Colombia. La zozobra es colectiva. Pero es aún más terrible cuando amenazas, persecución, medidas fiscales, regulaciones jurídicas absurdas, ataques físicos y todo lo inherente a censura proviene del Gobierno, como ocurre en Venezuela. Ambas presiones son igual de reprochables.

En el año 2013 se incrementó en 328 % la aplicación de controles sistemáticos por parte del Estado a los medios de comunicación, según el Instituto de Prensa y Sociedad. Escandalosa cifra, pero más allá de ese número está la cruel realidad: el temor generalizado por los controles agudos elevados con instrumentos jurídicos, entre otros, la «Ley mordaza», o Ley de Responsabilidad Social en radio y televisión, aprobada en el año 2004 y a la cual en el 2012 se le hizo una reforma para incluir los medios electrónicos a fin de controlar los contenidos, entre otros, de las páginas web. Ciertamente, las regulaciones son válidas, pero en ese caso la intención es debilitar la pluralidad y, por ende, afectar la diversidad e independencia de los medios. Desafortunadamente, en muchos casos lo han logrado ante el amedrentamiento físico, presiones legales o la asfixia económica, como ocurre con los medios impresos y las trabas para liquidar las divisas con las que se adquiere papel periódico.

Fue desde el año 2002 cuando arreció la persecución paulatina de figuras emblemáticas del periodismo por parte del entonces presidente Hugo Chávez, y el ataque, incluso físico, contra varios medios de comunicación. Hay que cuestionar algunos aspectos del cubrimiento durante los sucesos del 11, 12, 13 y 14 de abril de 2002, pero tampoco justifica el empeño desmedido por acabar con los medios críticos bajo la excusa de algunos errores que en momentos de conflicto se pudieron haber cometido.

Cuando ocurrió el sonado caso del cierre de Radio Caracas Televisión (RCTV), el 27 de mayo de 2007, el mundo evidenció con más fuerza lo que pasaba. Pero desde hace rato ya peligraba la libertad de prensa. Una de las razones: el acorralamiento económico.

Si en algo han sido expertos los promotores del llamado socialismo del siglo XXI es en cercar. Por mencionar un caso: el estado Apure hace 10 años era informado por 2 diarios y 6 semanarios, hoy esa región de 459 mil habitantes y 76 500 kilómetros cuadrados apenas cuenta con un diario y un semanario. Hay casi 100 emisoras de radio, pero dedicadas a la música o miscelánea en un 97 %, aproximadamente, muchas de ellas están operando ilegalmente. La autocensura es el camino de muchos para evitar problemas, ya que casi todo depende de «papá Estado» y este es manejado a discreción con beneficios según el color político. El Gobierno, en gestiones anteriores, ofreció pautas publicitarias que no pagó y dejó a las empresas de comunicación con enormes deudas, lo que significó la quiebra para muchas de ellas. Ahora es, prácticamente, nula la publicidad del Estado en los medios locales. Los propietarios de radios, televisoras o rotativos en su gran mayoría optan por no permitir denuncias contra el Gobierno regional por temor a sanciones. Tampoco hay grandes empresas y he ahí el karma periodístico, e incluso para productores particulares, situación que el poder degusta. Este relato solamente ilustra una historia de las tantas repetidas en los 24 estados del país.

Las agresiones dejaron de ser verbales, desde los más altos jerarcas, para ser físicas, con golpes a periodistas, ataques a sedes de radios, periódicos o televisoras; y hasta psicológicas, con mensajes de texto, llamadas intimidatorias o panfletos. En medio de todo eso aparece el fantasma: la autocensura. Esa que presenta la idea de que la libertad de expresión está garantizada al informar una verdad parcial. ¡Cuánto daño nos hace! Es la «reina» actual del periodismo venezolano.

Pero, ¿por qué la censura y autocensura es generalizada y cualquier tema es proclive a ser dejado con bajo perfil? La respuesta es un trabalenguas, pero se entiende fácilmente. En Venezuela el Estado es todopoderoso, y se maneja al igual que el partido y el partido mete las narices en todo, por mínimo que sea. ¿Qué sistema de Gobierno es este?, se preguntarán algunos. Pues así es. Absorbente y prepotente. Por cierto, el acceso a la información pública es extremadamente limitado.

Otra de las acciones comunes es la descalificación contra los más destacados comunicadores, buscan el asesinato moral; y por esa vía, que sus análisis e informaciones de primera mano sean ignorados por la población. Las estaciones radioeléctricas que el oficialismo utiliza son inmunes a sanciones, violan las leyes descaradamente y exponen al escarnio público a quienes se atrevan a poner entredicho cualquier acción o decisión gubernamental. Para ellos no hay ley, solamente se aplica a quien no sea aliado confeso. Hay muchos amedrentamientos que permanecen en el anonimato, porque en ocasiones la amenaza no viene directamente de un funcionario, sino de un grupo armado aliado de quienes gobiernan, y ante tanta desprotección no es fácil mantenerse de pie. Gracias a Dios muchos aún lo hacemos. La frase final la tomo de un reportaje reciente del periódico El Comercio, de Ecuador: «Maduro no cierra medios de comunicación, los compra».

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