miércoles, 17 de septiembre de 2014

¡EL AMOR LEAL, SINCERO Y VERDADERO SÍ EXISTE!

«Cuanto más indefensa es una criatura, más derecho tiene a ser protegida por el hombre». (Mahatma Gandhi).


¿Quién en la vida no ha tenido un amigo especial, ese que nos escucha, soporta nuestros malos días y siempre está dispuesto a hacernos sentir mejor?

Por Sandra Milena Buitrago / Editora
@Sandrin_B

No siempre el amigo especial es un ser humano, hay casos en los que  sus mejores amigos son seres de 4 patas; quienes, con su llegada, les cambiaron la vida. Sí, para muchas personas sus mejores amigos son sus mascotas.

Bien se afirma que hasta que  hayas amado a una mascota una parte de tu alma permanecerá dormida, yo creo que es así, no alcanzamos a imaginarnos el amor que esas criaturas nos  prodigan: sus ganas de protegernos y de hacernos sentir bien cuando perciben que hemos tenido un mal día. Estoy segura de que  quien no ha tenido una mascota no sabe qué es querer y sentirse querido.

Hay un dicho muy popular que dice: «Entre más conozco a los humanos más quiero a mi perro». Esa aseveración en pocas oportunidades es cierta, pocas personas de verdad aman y cuidan a sus mascotas como ellas lo merecen; esos seres,  incondicionalmente, nos brindan su amor y su fidelidad.

Se estima que en Colombia el 30 % de los hogares tiene como mascota un perro, de ahí que el 26 de agosto haya sido declarado ‘Día del perro’. La fecha empezó a celebrarse desde el año 2004 para promover la adopción y hacer público el problema del abandono y maltrato a esos animales. En el mundo, una de cada tres personas tiene un perro como animal doméstico.

Compartir nuestra vida con una mascota tiene efectos positivos, se ha podido comprobar que las personas que tienen mascotas y establecen con ellas una relación responsable y afectuosa viven más tiempo y con mejor calidad de vida que las que no las tienen; se disminuye el sentimiento de soledad, se incrementa la autoestima, mejora el estado de ánimo, ayuda a interiorizar valores, estimula el contacto social, favorecen la recuperación por causa de enfermedades, amén de ser  gran apoyo a personas discapacitadas.

Estudiosos del tema afirman que la compañía de mascotas ayuda a disminuir el estrés y la ansiedad;  ayudan a regular la tensión arterial al acariciarlos, nos ayudan a relajarnos; y algo quizá más importante: nos hace más humanos. Los cuidados y el amor hacia los animales sensibiliza nuestro comportamiento personal, al provocar cambios que nos hacen demostrar mayor empatía y actitudes positivas hacia ellos y, por ende, aprendemos a actuar de la misma manera con las personas, claro que eso solo lo aprenden las personas que logran de verdad un lazo emocional con su mascota.

Cuando decidimos tener una mascota debemos tener muy claro que es una responsabilidad más que se adquiere; tenemos un miembro más en la familia, al que hay que brindarle un sitio agradable donde vivir, alimentarlo, mantenerlo aseado y, lo más importante, darle atención y amor; una mascota no es un adorno que se compra para que se vea bien la casa.

Aunque hay dueños que entienden y aceptan esa responsabilidad, existen otros que no solamente son irresponsables, sino crueles;  lo triste es que esos que se hacen llamar humanos llegan a ser los más inhumanos con aquellos a los que llamamos animales; hemos visto cómo aparecen animales mutilados, torturados. Lo más lógico es que muchos piensen que esos actos atroces solo los pudo cometer un animal, pero, increíblemente, esas atrocidades son actos de los llamados seres humanos, ¡grande ironía!

Peor aún, cuando se dan cuenta de que no son capaces con la obligación que conlleva su tenencia toman el camino fácil: los abandonan; es entonces cuando surgen los mal llamados «perros callejeros», es paradójico que ellos  existan por cuenta de unos amos irresponsables.

Los perros callejeros luchan día a día por sobrevivir de los maltratos, por buscar que comer y por conseguir cada noche un lugar donde resguardarse del frío o de la lluvia; son fuertes cuando deben defenderse, pero a la vez son indefensos; luchan contra la indiferencia que les demostramos los humanos ante su dolor.

Muchas veces me he preguntado por qué viven con vagabundos. En contraposición con la reticencia a la vagancia que muestran los perros de casa, los vagos apañan fehacientemente a los indigentes, suministrándoles calor en las frías noches y entregando todo el amor y protección que necesita quien no tiene por familia más que una caja de cartón, o en el mejor de los casos, un colchón.

Se han escuchado muchas voces de organizaciones que están en contra del maltrato animal y que buscan cambiar la mentalidad de algunas personas, que piensan que tener una mascota de raza es solo un lujo con el que pueden llegar a lucrarse a costa de las hembras, a quienes ven como máquinas que les pueden dar unos ingresos; o, como dicen algunos, para recuperar lo que les han invertido. Pero hay otros peores, que entrenan los perros para que peleen entre ellos, los hacen aguantar hambre y los golpean para que sean más irascibles  al momento de los ilegales y repudiables desafíos perrunos.

He leído, escuchado y confirmado que no hay razas de perros agresivos, son los hombres quienes los convierten en fieras; son sus propios amos los que hacen que ellos se peleen y sean violentos. Nuestras mascotas son el reflejo de lo que nosotros les damos.

Es increíble lo que podemos aprender de esas criaturas, que, sin emitir una sola palabra, son capaces de hacernos sentir mejor y sanarnos cualquier herida que tengamos en el alma. Muchos dirán que es ridículo. ¿Cómo un perro, o cualquier mascota, puede hacer eso? Pues esos que no lo creen nunca han llegado a establecer un verdadero lazo de afecto con su mascota, simplemente, la ven en algunos casos como el celador de la casa cuando salimos a trabajar o de viaje.

Los perros intuyen el dolor o la tristeza humana, desafortunadamente esa capacidad empática de los perros hacia los humanos no es la misma que la de los humanos hacia los perros; empero, hay personas que logran un vínculo con las mascotas y pueden alcanzar una fidelidad tal, que podrían sentir como propio el dolor de ellos.

Muchas mascotas consiguen ser un miembro más de la familia, por lo que su pérdida llega a sentirse igual que la muerte de un familiar. Si bien toda persona que haya formado un vínculo de amor con su perro ha sentido más de una vez que este la comprende, hoy se puede afirmar, científicamente, que los perros sienten el dolor de las personas y que también buscan aliviarlo.

Por eso, cuidemos, protejamos y amemos a nuestras mascotas; ellas nos pueden enseñar que el verdadero amor existe, solo necesitamos ser más humanos y menos animales.

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