«Cuanto más indefensa es una criatura, más derecho tiene a ser
protegida por el hombre». (Mahatma Gandhi).
¿Quién en la vida no ha tenido un amigo especial, ese que nos
escucha, soporta nuestros malos días y siempre está dispuesto a hacernos sentir
mejor?
@Sandrin_B
No siempre el amigo especial es un
ser humano, hay casos en los que sus
mejores amigos son seres de 4 patas; quienes, con su llegada, les cambiaron la
vida. Sí, para muchas personas sus mejores amigos son sus mascotas.
Bien se afirma que hasta que hayas amado a una mascota una parte de tu
alma permanecerá dormida, yo creo que es así, no alcanzamos a imaginarnos el
amor que esas criaturas nos prodigan:
sus ganas de protegernos y de hacernos sentir bien cuando perciben que hemos
tenido un mal día. Estoy segura de que
quien no ha tenido una mascota no sabe qué es querer y sentirse querido.
Hay un dicho muy popular que dice:
«Entre más conozco a los humanos más quiero a mi perro». Esa aseveración en
pocas oportunidades es cierta, pocas personas de verdad aman y cuidan a sus
mascotas como ellas lo merecen; esos seres,
incondicionalmente, nos brindan su amor y su fidelidad.
Se estima que en Colombia el 30 % de
los hogares tiene como mascota un perro, de ahí que el 26 de agosto haya sido
declarado ‘Día del perro’. La fecha empezó a celebrarse desde el año 2004 para
promover la adopción y hacer público el problema del abandono y maltrato a esos
animales. En el mundo, una de cada tres personas tiene un perro como animal
doméstico.
Compartir nuestra vida con una
mascota tiene efectos positivos, se ha podido comprobar que las personas que
tienen mascotas y establecen con ellas una relación responsable y afectuosa viven
más tiempo y con mejor calidad de vida que las que no las tienen; se disminuye
el sentimiento de soledad, se incrementa la autoestima, mejora el estado de
ánimo, ayuda a interiorizar valores, estimula el contacto social, favorecen la
recuperación por causa de enfermedades, amén de ser gran apoyo a personas discapacitadas.
Estudiosos del tema afirman que la
compañía de mascotas ayuda a disminuir el estrés y la ansiedad; ayudan a regular la tensión arterial al
acariciarlos, nos ayudan a relajarnos; y algo quizá más importante: nos hace
más humanos. Los cuidados y el amor hacia los animales sensibiliza nuestro
comportamiento personal, al provocar cambios que nos hacen demostrar mayor
empatía y actitudes positivas hacia ellos y, por ende, aprendemos a actuar de
la misma manera con las personas, claro que eso solo lo aprenden las personas
que logran de verdad un lazo emocional con su mascota.
Cuando decidimos tener una mascota
debemos tener muy claro que es una responsabilidad más que se adquiere; tenemos
un miembro más en la familia, al que hay que brindarle un sitio agradable donde
vivir, alimentarlo, mantenerlo aseado y, lo más importante, darle atención y
amor; una mascota no es un adorno que se compra para que se vea bien la casa.
Aunque hay dueños que entienden y
aceptan esa responsabilidad, existen otros que no solamente son irresponsables,
sino crueles; lo triste es que esos que
se hacen llamar humanos llegan a ser los más inhumanos con aquellos a los que llamamos
animales; hemos visto cómo aparecen animales mutilados, torturados. Lo más
lógico es que muchos piensen que esos actos atroces solo los pudo cometer un
animal, pero, increíblemente, esas atrocidades son actos de los llamados seres
humanos, ¡grande ironía!
Peor aún, cuando se dan cuenta de
que no son capaces con la obligación que conlleva su tenencia toman el camino
fácil: los abandonan; es entonces cuando surgen los mal llamados «perros
callejeros», es paradójico que ellos
existan por cuenta de unos amos irresponsables.
Los perros callejeros luchan día a
día por sobrevivir de los maltratos, por buscar que comer y por conseguir cada noche
un lugar donde resguardarse del frío o de la lluvia; son fuertes cuando deben
defenderse, pero a la vez son indefensos; luchan contra la indiferencia que les
demostramos los humanos ante su dolor.
Muchas veces me he preguntado por
qué viven con vagabundos. En contraposición con la reticencia a la vagancia que
muestran los perros de casa, los vagos apañan fehacientemente a los indigentes,
suministrándoles calor en las frías noches y entregando todo el amor y
protección que necesita quien no tiene por familia más que una caja de cartón,
o en el mejor de los casos, un colchón.
Se han escuchado muchas voces de
organizaciones que están en contra del maltrato animal y que buscan cambiar la
mentalidad de algunas personas, que piensan que tener una mascota de raza es
solo un lujo con el que pueden llegar a lucrarse a costa de las hembras, a
quienes ven como máquinas que les pueden dar unos ingresos; o, como dicen
algunos, para recuperar lo que les han invertido. Pero hay otros peores, que
entrenan los perros para que peleen entre ellos, los hacen aguantar hambre y
los golpean para que sean más irascibles
al momento de los ilegales y repudiables desafíos perrunos.
He leído, escuchado y confirmado
que no hay razas de perros agresivos, son los hombres quienes los convierten en
fieras; son sus propios amos los que hacen que ellos se peleen y sean
violentos. Nuestras mascotas son el reflejo de lo que nosotros les damos.
Es increíble lo que podemos
aprender de esas criaturas, que, sin emitir una sola palabra, son capaces de
hacernos sentir mejor y sanarnos cualquier herida que tengamos en el alma.
Muchos dirán que es ridículo. ¿Cómo un perro, o cualquier mascota, puede hacer
eso? Pues esos que no lo creen nunca han llegado a establecer un verdadero lazo
de afecto con su mascota, simplemente, la ven en algunos casos como el celador
de la casa cuando salimos a trabajar o de viaje.
Los perros intuyen el dolor o la
tristeza humana, desafortunadamente esa capacidad empática de los perros hacia
los humanos no es la misma que la de los humanos hacia los perros; empero, hay
personas que logran un vínculo con las mascotas y pueden alcanzar una fidelidad
tal, que podrían sentir como propio el dolor de ellos.
Muchas mascotas consiguen ser un
miembro más de la familia, por lo que su pérdida llega a sentirse igual que la
muerte de un familiar. Si bien toda persona que haya formado un vínculo de amor
con su perro ha sentido más de una vez que este la comprende, hoy se puede
afirmar, científicamente, que los perros sienten el dolor de las personas y que
también buscan aliviarlo.
Por eso, cuidemos, protejamos y
amemos a nuestras mascotas; ellas nos pueden enseñar que el verdadero amor
existe, solo necesitamos ser más humanos y menos animales.
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