miércoles, 17 de septiembre de 2014

LA CULTURA COMO HERRAMIENTA DE INTEGRACIÓN

Por Carmen Martínez Arteaga

Nacer y crecer en los Llanos de Colombia, o de Venezuela (Arauca, Apure, Barinas, Casanare, Meta, Portuguesa, Vichada, Guárico, Guaviare o Cojedes) contemplando el gran tapete verde de sabana, en el cual las manos celestiales bordaron floridos paisajes, frescas montañas, ríos y cañadas, y un infinito manto azul techando el encantador territorio donde conviven ganado, fauna y flora, jinete y caballo, canoa y canoero, copla y música, fuerza y sensibilidad, respeto, dignidad y amor, otorga el privilegio de llamarse LLANERO, con mayúscula, porque se es dueño de una identidad cultural que enorgullece por sus valores y por la enorme capacidad de sentir y compartir felicidad. 

En las ciudades, campos y caseríos de los Llanos interpaíses no hay que fijarse en las nacionalidades, pues no se notarán diferencias en el desenvolvimiento cotidiano, en la forma de vida de cada habitante criollo teniendo en cuenta algo muy importante en su naturaleza: no existen fronteras en los sentimientos ni en la herencia genética de la raza llanera.

Cuando aprovechamos el bien infinito de conocer variadas culturas ricas y hermosas, aprendemos que sigue existiendo un llano sin fronteras, que se siente en el corazón y se proyecta a través de la palabra, la música, las creencias, la solidaridad humana y el amor a la patria llanera.

¿Acaso hay un fundo o una casa de llaneros que no tenga un plato de comida, una hamaca o un chinchorro en el corredor o la sala, disponible para dar posada a quien va de viaje o llega de visita?

Los habitantes de las fronteras somos hermanos por la cultura vivencial y por gracia de Dios,  y también, en muchísimos casos, por consanguinidad. Los límites geográficos no impiden que sigamos celebrando nuestras fiestas tradicionales conjuntamente, o que seamos familia unos y otros, o que continuemos necesitándonos, compartiendo labores, afectos, alegrías y pesares.

Estas breves consideraciones intentan motivar una reflexión para una posible propuesta.

La reflexión: Ante situaciones coyunturales que pudieren afectar la sana convivencia entre las gentes de las fronteras y sus allegados, existe el gratísimo concierto de avivar la cultura de la identidad para que esta crezca saludable, cual semilla multiplicada en la inmensa cosecha de indestructible integración fronteriza regional, con alcances nacionales e internacionales.

La cultura no se ha usado como necesaria herramienta de integración en las fronteras, la cultura ha fluido y se ha desarrollado naturalmente entre quienes amamos el folclor, lo practicamos, lo investigamos y lo divulgamos a través de sus diversas expresiones y modos aprovechando, al mismo tiempo, las oportunidades de conocer, disfrutar y valorar las potencialidades generales de los pueblos fronterizos, que nos señalan claramente que la paz se halla y se mantiene en la sana y educativa integración cultural, que contribuye de manera importante para las relaciones internacionales y el progreso y desarrollo interfronteras, con consecuencias positivas muy amplias. El conjunto de elementos que conforman la riqueza cultural de las regiones representa un sentimiento compartido, unos intereses comunes, una fuerza estructurada.


La propuesta: Aprovechar el innegable gran recurso cultural en todas sus manifestaciones, como necesario instrumento de unión y concordia, en virtud de nuestros iguales sentimientos, la historia ídem, los mismos motivos de inspiración,  nuestro natural sentido de integración, nuestra tradicional costumbre de vivir en paz.

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